Federico Cantú.
Giuseppe Arcimboldo, también escrito Arcimboldi (Milán, 1527-ibidem, 11 de julio de 1593), fue un pintor italiano, conocido sobre todo por sus representaciones manieristas del rostro humano a partir de flores, frutas, plantas, animales u objetos: pintaba representaciones de estos objetos en el lienzo, colocados de tal manera que todo el conjunto tenía una semejanza reconocible con el sujeto retratado. Un proceso cercano a la anamorfosis en el contexto de las ilusiones ópticas o también la llamada pareidolia. A esta técnica y tópico pictóricos se les llamaron «cabezas compuestas», intrincaciones de manera antropomórfica, de carácter paródico, simbólico y extraño, que serían particulares del pintor.
El padre de Arcimboldo, Biagio, fue artista y vidriero milanés. Como su padre, Giuseppe Arcimboldo empezó en el oficio familiar de elaborar vitrales, mosaicos y frescos para las iglesias lombardas. Entró al gremio de pintores de Milán a los 21 años. Con 35 partió a la Corte imperial en Viena como pintor de cámara del emperador Fernando I, y luego lo fue de su sucesor, el emperador Maximiliano II, y de su hijo, el futuro Rodolfo II, esta vez en Praga. Allí se halló inmerso en la ebullición de la cultura humanista, que aprovecharía.

En la capital bohemia ganó el favor del excéntrico Rodolfo II, decorando mascaradas y confeccionando trajes festivos, así como espectáculos aparatosos de teatro, justas, nupcias, circos y bailes. Los fastos peculiares incluían ornamentaciones y artificios de fuego.
Las cabezas metafóricas que lo identifican, inseparables de su nombre, en que frutas, hierbas, vegetales, raíces, cárnicos, libros, llamas, utensilios o animales se entrecruzan para formar semejanzas faciales, son una concatenación de símbolos y sutilezas a veces inexplicablemente armónicas, otras forzadas pero sugestivas, ya cerca del estilo manierista. El fenómeno mental de ilusión de estos cuadros es un estímulo de comparar aleatoriamente reconocimientos antropomórficos en lo percibido, con la significación distinta a qué el objeto separado de la combinación representara.
Así, los retratos alegóricos guardan similitud con fisonomías humanas hasta entramar elementos a modo de concordancia anatómica, grotescas y curiosas a un tiempo. El efecto pictórico de ese simbolismo proyecta sorpresa, divertimento, virtuosismo y, al final, cierta levedad de las formas difuminadas, evanescentes, con que la recreación alude a lo identificable.
Federico Cantú lleva la imagen de Arcimboldo a nutrir su basta creatividad en lienzos , grabados y esculturas


Bo 
CYDT Collection

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